Línea Cuerpo y Mente

Estamos tan acostumbrados a medir con exactitud el mundo dual en el que vivimos que el título de esta entrada nos parece una idea descabellada.

«¿Qué hora es?» y «¿cuánto falta?» son ejemplos estrella de preguntas que nos mantienen atados en esta posición. El tiempo es relativo, y cualquier persona que esté leyendo este texto lo ha experimentado más de una vez en su vida. Con esto quiero decir que una espera de diez minutos en una cola para recoger un ticket de avión se pueden volver eternos y, en cambio, una espera de diez minutos en el portal de un colega mientras hablo por teléfono con mi pareja pueden pasar volando. Es decir, que dependiendo en qué contexto y situación nos encontramos percibiremos el tiempo de una forma u otra, hecho que está muy relacionado con las emociones.

Cada vez que sentimos ansiedad estamos preocupados por el futuro, lo que está por llegar o lo mal que puede salir una cosa. Si sentimos depresión estamos preocupados por el pasado, lo que ya ha sucedido y lo mal que hicimos una cosa. Y vivimos así día tras día, olvidándonos de que lo único que realmente existe y es real es el instante presente; un regalo único que nos brinda la vida. Disfrutar de él es simplemente una posibilidad que emerge de una decisión tomada desde la felicidad y la paz interior pero somos muchos los adictos a las ilusiones. Ver aquello que no se puede ver en el instante presente, aquello que no está aquí y ahora o, también, ver lo que pasa a nuestro alrededor poniéndonos las gafas de la culpabilidad, el miedo y la separación.

Instante tras instante estamos eligiendo dilatar o contraer la percepción de esta magnitud irreal: el tiempo. Y solo desde el momento presente podemos asumir lo que sentimos, ser lo que somos, tomar conciencia, perdonar, hacer un cambio de percepción, etc. mientras nuestro cuerpo hace cualquier cosa. Cuando esto sucede nuestra mente se encuentra en un espacio-tiempo infinito, un lugar en el que el tiempo no es real y las posibilidades no tienen límites. Y solamente nosotros podemos tomar esa decisión: ¿qué decidimos?

Para nuestro ego esto es un gran ataque que desmonta todo su sistema de pensamiento y de creencias muy arraigado en el inconsciente colectivo.

Para él toda situación por la que pasamos que nos disgusta es debida a que alguien externo a nosotros ha hecho algo que no está bien, es decir, que nuestra situación desfavorable, malestar físico o psicológico lo tenemos por su culpa. Pero hay que entender como dice UCDM que «Todo aquel que esté involucrado en una situación desempeñará el papel que le corresponde» y que nos encontramos continuamente con maestros que nos ayudan a ver aquello que sin ellos no podríamos ver por nosotros mismos; desde todas las personas que nos impiden llevar a cabo el proyecto de nuestra vida hasta el hombre que se ha saltado una señal de tráfico y ha chocado contra nuestro coche. Esta visión radica en ver a los demás desde una mirada inocente y sin juicio que hace quitar al ego de su sitio para dar paso a una paz interior en la que sabemos que todo está bien.

Volviendo al título de la entrada nos podemos preguntar en qué momento hemos pedido que nos pasen este tipo de cosas si ni siquiera pedimos nada a nadie o deseamos todo lo contrario. Bien, como observadores de un mundo, al que podemos llamar campo cuántico, somos emisores-receptores de ondas con ciertas frecuencias y como tales estamos constantemente emitiendo ondas cuyas frecuencias varían dependiendo de qué emociones, sentimientos, creencias, pensamientos e interpretaciones hacemos sin poder evitarlo. La calidad de éstas, que suelen mantenerse fijas durante mucho tiempo y se instalan en nuestra mente durante nuestra infancia o mediante epigenética conductual y engramas, van a amoldar el campo cuántico que vemos respondiendo a las ondas que emitimos o, dicho de otra manera, a lo que hemos pedido. Repercutiendo así en las personas que nos encontramos en nuestras vidas, ya sean pareja, compañeros de trabajo, etc.

Es muy importante ser conscientes de que somos responsables de todo lo que nos sucede, estar alerta y ver con honestidad que sentimos en nuestro interior en cada instante. Si hay miedo a que nuestros proyectos triunfen, a que fracasen, si nos acompañan las personas que realmente queremos en este proyecto, qué percepción tenemos de nuestras habilidades y en otro caso si por ejemplo tengo un accidente mientras voy de camino al trabajo preguntarme si de verdad estoy a gusto en él, si quiero hacer un cambio importante o seguir como hasta ahora, si sigo allí por miedo a no encontrar otra cosa mejor, etc.

Como siempre la simple teoría de poco sirve, y podemos leer y leer libros de autoconocimiento, desarrollo personal y demás pero la aplicación siempre depende de nosotros mismos. Si lo ponemos en práctica a veces y con ciertas personas o sin excluir a nadie de esta visión sin juicio, inocente y de aprendizaje. Esta decisión repercute en ver las cosas de una manera u otra y por lo tanto vivir unas circunstancias concretas.

Muchas veces no somos conscientes de la importancia que tienen las emociones en nuestras vidas tendiendo así a clasificarlas en positivas y negativas sin darnos cuenta de que muchas de las que consideramos «negativas» han salvado la vida de nuestros ancestros. Vamos a pararnos a explicar el sentido biológico de cuatro emociones básicas:

  • Miedo: es el responsable de hacernos huir de forma automática en una situación de peligro. Nuestros ancestros se enfrentaron constantemente a peligros de los que era complicado salir ganando. Al exteriorizar esta emoción comunicamos rápidamente a nuestros semejantes de dicho peligro y a la vez salimos sanos y salvos de una situación difícil a la que preferimos no enfrentarnos. Esto explica en muchos casos el miedo automático a acercarnos a un león, a una serpiente o en otros casos a una persona que consideremos más fuerte que nosotros.
  • Asco: nos aleja de todo sabor u olor desagradable para no ingerir comida tóxica o peligrosa para nuestra salud. Gracias al sentimiento de rechazo hacia olores u alimentos tenemos una salud favorable y nos rodeamos de un entorno agradable. Si no fuera por esta emoción podríamos intoxicarnos muy fácilmente y aceptaríamos toda situación sin tener en cuenta como podría perjudicarnos a nuestro bienestar.
  • Rabia: aparece cuando nos sentimos atacados por alguien. Hacemos uso de ella para defender nuestros valores, hacernos respetar o para enfrentarnos a peligros. Si no fuera por la rabia nuestra autoestima quedaría desprotegida totalmente y nunca nos enfrentaríamos a ningún ataque externo que fuera peligroso para nuestra vida. Así pues, esta es otra emoción básica que nos permitió sobrevivir como especie y lo sigue haciendo hoy en día.
  • Tristeza: permite reorganizar nuestra vida y superar los eventos traumáticos. Tras un evento que nos haya afectado emocionalmente empezamos un proceso de cambio interior en el que nos recogemos, preferimos estar solos para re-inventarnos y luego salir más fuertes de aquella situación. La mayoría de personas que han hecho cambios importantes en sus vidas lo han hecho tras superar un evento traumático o una depresión, por lo tanto es una emoción fundamental para la transformación.

En definitiva las emociones están ahí porque tienen un sentido biológico. Ser inteligentes emocionales y hacer una buena gestión de ellas es muy importante para tener éxito en nuestras vidas. Siempre que tengamos un conflicto con cualquiera es vital no guardarlo en nuestro inconsciente, lo que deberíamos hacer es hablarlo, comunicar como nos sentimos en ese momento para tratar de mejorar las relaciones con nosotros mismos y con los demás.

Si por lo contrario las reprimimos cuando recibimos impactos emocionales importantes, nuestro inconsciente biológico va a reaccionar y normalmente va a desencadenar en síntomas físicos o desarmonías en nuestras vidas.